20 abril 2010

EFICACIA


El pesimista se queja del viento.
El optimista espera que cambie.
El realista ajusta las velas.
Guillen George Ward.

Los momentos de tormenta forman parte de la travesía del vivir. Pensar en la posibilidad de una vida sin la irrupción de inesperadas ventiscas y sin cielos en los que, de pronto, aparecen negros nubarrones y grandes olas, es ignorancia de la leyes de la naturaleza.

El río de la vida fluye entre las orillas del placer y del dolor.
Cuando el momento que uno vive es difícil, bien sea porque hay tormenta en los cielos o porque atravesamos estrecheces en la tierra, sabemos que, tras cada paso, contamos con un gran aliado que corre a favor del sosiego: el tiempo. Sabemos que todo es transitorio y que todo cambia. Cada minuto abordado con coraje es un minuto de victoria. Cada metro recorrido, un metro que dejamos atrás en el camino de salida. No se trata de optimismo o pesimismo, sino de alcanzar la competencia emocional suficiente como para mantener el discernimiento y adoptar medidas de plena eficacia.

En los tiempos difíciles, la mente tan sólo enfoca allí donde se requiere apoyo, acción inteligente y soluciones inmediatas. A medida que uno supera los golpes de las primeras olas y ajusta el rumbo ante los vientos que soplan, su corazón se vacía de ilusiones mientras aplica remedios eficaces y rápidos en plena contienda. Tal vez no sea tiempo de opinar, ni tan siquiera de tratar de divagar y comprender, sino que se trata de actuar. Más tarde, cuando la tormenta se aleje y el horizonte se despeje, será el tiempo de respirar profundo, de sentir el silencio y de dar las gracias. En realidad, es entonces cuando corroboramos que el viento y las olas corren a favor del que sabe navegar.

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