Viendo claramente la confusión, uno se libera de la confusión.
Nisargadatta.
La confusión que los seres humanos sufrimos a lo largo de la vida tiene varios niveles de intensidad. Desde el básico enojo y su posible desbordamiento emocional que bloquea el razonamiento, hasta la imposibilidad patológica de controlar los contenidos subterráneos de nuestra sombra. Se trata de momentos en los que, ciegos de impulsividad egoica, no nos percatamos de lo exagerado de nuestra conducta y actuamos con un despropósito tal que, a menudo, daña de manera desproporcionada.
Para controlar la posible inundación de las viejas violencias almacenadas en nuestro inconsciente, conviene, no sólo trabajar en la reprogramación de la conducta mediante una sostenida auto observación, sino también apostar por el desarrollo de la sensatez y la cordura. Un término éste que curiosamente, tiene que ver más con el mundo del corazón ("cor"-corazón-cordura) y su hondura esencial, que con el de la cabeza.
El loco que se da cuenta de que está loco, no está loco.
Cuando la propia confusión se torna consciente y uno ya está en condiciones de observarla, su estado mental ya no sigue siendo el de confusión, aunque sus síntomas sigan aconsejando prudencia y aplazamiento.
Cuando dedicamos atención a las raíces y significados que perturban nuestra paz, se produce, a su vez, una transformación de signo evolutivo. Una modificación que nos aproximará, de forma paulatina, a ignorar y reforzar aquellas partes internas que, en cada caso, convienen a la armonía del conjunto. La atención sostenida es tan curativa como clarificadora. Sin duda, una competencia que, en última instancia, conduce a la liberación del sufrimiento. Es decir, otra forma de nombrar la Lucidez.
Buda decía que la liberación del sufrimiento era combatir el apego y la ignorancia.
ResponderEliminarEstamos en proceso de transformación todo el tiempo.
Hermosa entrada Atashi, abrazos!