26 febrero 2010

INTEGRIDAD


Decimos aquello que pensamos porque el mecanismo de la palabra tiene, como requisito previo, su pensamiento correspondiente, aunque éste sea tan fugaz como, a menudo, inconsciente. Si uno cree que dice lo contrario de lo que piensa es que, en realidad, aquello que acaba diciendo es lo que, en algún nivel de su mente, piensa. De la misma forma, sucede con lo que "hacemos", ya que nuestra mente establece conexiones directas entre los procesos mentales y las conductas.

Nuestros pensamientos son grandes avisadores de lo que es y va a ser nuestra vida. El carácter y, en última instancia, nuestro destino, están fuertemente condicionados por la calidad de ideas que circulan por la corriente mental y, finalmente, por la bondad del programa que ha sido instalado a través de tres factores claves: el código genético, el medio ambiente y las propias experiencias.

Observemos que no resulta difícil ser consciente de la postura del cuerpo, es decir, saber cuál es la postura física que uno, en cada momento, adopta. Por ejemplo, si se tienen las piernas cruzadas, en qué posición tenemos las manos, en qué lugares del propio cuerpo se sienten sutiles tensiones e incluso qué grado de inclinación tiene la cabeza. Por el contrario, no todo el mundo tiene el entrenamiento suficiente como para ser consciente de sus propios pensamientos, de sus actitudes y de sus íntimas emociones. Sin embargo, si se quiere cambiar de conducta, convendrá primeramente hacerse consciente del proceso mental que la precede.

¿Cómo erradicar pensamientos que no deseamos?

Simplemente, prestando atención a la corriente mental, observando el nacimiento del pensamiento y las ramificaciones asociativas que conlleva. Téngase en cuenta que la madre de todos los estados de ánimo es el pensamiento. Detrás de una emoción de amargura o esperanza, ha circulado alguna idea que propició dichos estados emocionales. De la misma forma, detrás de la violencia y de la palabra ofensiva, existe un cerebro que ha procesado amenazas.

Si una persona, queriendo modificar este tipo de respuestas conductuales, comienza por darse cuenta de la llegada de pensamientos indeseables, estará en condiciones de optar, tanto hacia la recreación de una idea más óptima como hacia la erradicación de la vieja idea tóxica. El sujeto que ha devenido consciente de sus propios pensamientos no deseados, puede capacitarse para desviar la atención de los mismos y sembrar ideas de positividad y calma. Al cabo de un tiempo, sus conductas subsiguientes tendrán el sello de los nuevos pensamientos que, a su vez, generarán otros hábitos, éstos a su vez conformarán un nuevo carácter y todo ello propiciará la construcción de otro destino.

Para poder cambiar un programa mental es menester ser consciente, es decir, darse cuenta de aquello que uno quiere modificar. Atención es la clave: atención al pensamiento, atención a la palabra, atención a la acción. El campo de entrenamiento de dicha atención está en los pequeños momentos de la vida cotidiana. Cuando experimentemos perturbación, ¡atención!, eso significa mantenerse alertas para observar qué proceso mental desencadenó la pérdida de la calma. Si uno aprende a examinar el día ya vivido, realizará cambios sin esfuerzo hacia conductas deseadas.

Si deseas mejorar tus acciones, mejora tus pensamientos.
Sivananda

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