13 agosto 2011

APRENDER A ESCUCHAR II






Dinámicas para aprender a escuchar
La escucha activa es algo más que oír.

Una de las habilidades esenciales para comunicarnos eficazmente es la escucha. Como se suele decir, y aunque algunos lo confundan, no es lo mismo escuchar que oír. Lo primero implica una comprensión del otro, un interés por lo que cuenta tanto a nivel emocional como práctico, lo segundo es una mera audición pasiva de palabras concatenadas. Pero ¿cómo saber exactamente si estamos escuchando de manera positiva y adecuada, cómo asegurarnos de que nos escuchan respetuosamente los demás?; ¿en qué características podemos notarlo?



Tomemos nota:
Se produce una escucha profunda cuando el receptor se adecua al tono anímico del que habla (ironía, humor, seriedad, preocupación). Cuando el otro utilice el humor no se sentirá escuchado si estamos con una expresión facial de seriedad.
Escuchar activamente conlleva resumir el contenido de lo que nos quieren transmitir, de tal forma que no parezcamos artificiales o una grabadora que copia exactamente las mismas palabras y las repite monótonamente.
Para que la escucha refleje una comprensión sincera, es necesario saber en qué momento interrumpir, dar ánimos para continuar (ya/ ajá/ entiendo/ claro), reforzar, describir y no evaluar (no decir “hacer eso es una tontería”).


Ahora bien, el hecho de que la escucha activa contribuya a que el otro se sienta atendido, no significa que yo esté obligado a utilizarla siempre. Es bueno hacer uso de ella si: observo en el otro algún problema o asunto que desea expresar, o que le inquieta y el tiempo del que dispongo es el adecuado. Si no es así, es mejor posponer el encuentro e invitar al interlocutor a hablar después con más tranquilidad. Del mismo modo, puedo desechar la escucha activa si el otro no advierte que quiero hablar, ha dominado por completo la conversación o no sintonizo con él.Lo cierto es que como toda competencia que se precie ha de ser entrenada para llegar a desarrollarse con éxito, pese a que haya gente que nace con más predisposición a escuchar.


A continuación paso a detallaros algunas dinámicas que pueden contribuir en este sentido:
“¿Estas escuchando?”La hoja con las instrucciones para la escucha activa contiene las siguientes pautas:


Presta toda tu atención a la persona que habla, y dale claras muestras de ello: mírale frecuentemente a los ojos, asiente mediante gestos y expresiones verbales.
Repite los puntos clave de aquello que te cuente y que parezca tener importancia para él, para darle a entender que le vas comprendiendo.
No lo interrumpas salvo para mostrar que atiendes y para pedir aclaración si no entiendes algo.


La hoja con las directrices para boicotear la conversación mostrará los ejemplos que pueden interferir en nuestra capacidad de escucha:
Hábitos no verbales: desviar la mirada, movernos demasiado o muy poco, apoyar la cabeza en las manos, descuidar nuestra postura, perder el equilibrio y la simetría del cuerpo, cubrirte demasiado tiempo el pecho o el vientre con los brazos, ocultar las manos, no respetar el espacio territorial del otro, etc.
Actitudes impulsivas: hacer evaluaciones o emitir juicios críticos, dar consejos sin que te los pidan, tratar de contar nuestro caso o una historia mejor que la que nos cuentan, preguntar selectivamente curioseando, disparar porqués, interpretar retorcidamente las intenciones del otro, etc.
Hay que recalcar que el truco de un buen conversador no es ser interesante (saber hablar), sino estar interesado (saber escuchar). Se da una buena escucha activa cuando se es capaz de prestar atención de una forma intencionada, dando claras muestras de comprensión y generando empatía (es decir, sabiendo ponerse en el lugar del otro).


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